Esta semana en la clase de Lengua Castellana nos ha ofertado escribir un comentario de texto sobre un artículo de Pilar Rahona, que critica duramente a los depredadores sexuales. El artículo es el siguiente:
Espinoso tema, situado en la frontera entre lo racional y lo estomacal. Hablar de depredadores sexuales y de sus penas es entrar en arenas movedizas que fácilmente nos arrastran al fondo del pantano. Exige, pues, huir del simplismo. Este no es un asunto que se resuelve con el café y la mala leche, porque aquí hay desconcierto, complejidad y sobre todo víctimas.
Lo primero es lo que no hacemos: hablar sin caer en lo políticamente correcto, como si endurecer las penas o revisar los protocolos o plantear que estamos ante delitos de naturaleza extraordinaria fuera un argumentario propio de ideologías extremas. No es cierto que los violadores extremos o los pedófilos sean delincuentes comunes, y cualquier idea progresista vinculada a sus derechos debe ser acotada por la dura realidad de las noticias trágicas que nos sacuden.
Porque, aunque el porcentaje de reincidencia en la violencia sexual sea pequeño, la estadística la carga el diablo. Es, justamente, en el porcentaje pequeño donde están los grandes depredadores y, por ello, su reincidencia siempre resulta trágica. ¿Deben recibir el mismo trato que el resto de los presos, permisos penitenciarios incluidos? Y más cuando acostumbran a tener un comportamiento ideal en la cárcel, porque su pulsión sexual va por otro lado.
Sinceramente, algo hacemos mal cuando tipos como el violador de Castellbisbal pueden salir a la calle, y no me refiero a los informes de los profesionales, que deben ser impecables, sino al hecho de que deberían ser tratados, desde el minuto uno, como delincuentes excepcionales. Un tipo capaz de violar salvajemente a una mujer, o de agredir sexual y brutalmente a un niño, muestra una naturaleza monstruosa que va más allá del simple delito. Y en esos casos extremos, la idea buenista de que todo delincuente tiene derecho a la reinserción me parece tan bienintencionada como ingenua.
Ingenua y a menudo letal. Estos agresores sexuales extremos no tienen un problema de desarraigo social, ni son marginados, ni parias, son depredadores en el sentido más brutal del término, y su condena debe tener en cuenta esa naturaleza oscura. Porque si no se tiene en cuenta, las consecuencias son las conocidas.
En este punto, una petición a gritos. Sería bueno que cuando ocurre una tragedia como la de Castellbisbal, no asistamos a un patético espectáculo de señalar las culpas, como ha hecho el TSJC con la conselleria. Nadie es culpable aquí, porque todos, con seguridad, intentan no equivocar la decisión, especialmente los profesionales que atienden estos casos. El debate no es entre la juez y el conseller, sino previo. ¿Queremos, como sociedad, que los depredadores extremos tengan los mismos derechos que el resto de
los delincuentes? Esa es la pregunta antipática que nadie quiere hacerse en público porque no queda bien. Y, sin embargo, es la pregunta que nos hacemos todos en privado.
Mi postura en este comentario de texto fue más que clara, en mi opinión. Una persona con esta forma de actuar y tan pocos escrúpulos no debe de recibir el mismo trato que un simple ladrón de coches. Enfoqué mi texto cara el tema del machismo, que considero un importante factor en todo este asunto. Hice referencia al tema tan de actualidad como "La Manada".
Creo que el comentario me quedó bien, creo que estoy mejorando, pero tengo que tener cuidado con no salirme del asunto tratado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario