Lynn Margulis nació en Chicago en 1938. Después de que sus padres la trasladaran de la escuela pública en la que estudiaba a una mucho más elitista, se sintió incómoda y decidió volver a su primer instituto, dónde destacó como una alumna brillante.
De hecho, a los 16 años fue aceptada en el programa de adelantados de la Universidad de Chicago, dónde se acabó licenciando con sólo 20 años.
Dos años después, en 1958, continuó sus estudios en la Universidad de Wisconsin, donde trabajaba como profesora ayudante a la vez que realizaba un máster en genética general y genética de poblaciones. Esta formación, junto a su interés por las bacterias, hizo que poco a poco comenzaran a forjarse en su mente las revolucionarias teorías que después enunció.
Aportaciones a la ciencia de Lynn Margulis
Aunque por ese entonces las ciencias sólo eran conocidas por su condición de organismos peligrosos y patógenos, Lynn consideraba que las bacterias eran mucho más que eso y que, además, nuestras propias células podrían provenir de ellas.
Por eso, comenzó a leer las obras de autores científicos que habían sido relegados a un segundo plano por parte de sus colegas y, poco a poco, fue tomando la información suficiente para enunciar sus dos teorías más importantes:
1. Teoría de la endosimbiosis seriada
Según esta teoría, las células eucariotas (las animales, las de hongos y las vegetales) proceden de la incorporación sucesiva de células procariotas (bacterias), que irían pasando a formar parte de los diferentes orgánulos, como las mitocondrias o los cloroplastos. Además, también se defiende la incorporación de cilios y flagelas en las células eucariotas a través de la intervención de algunas bacterias espiroquetas.
2. Teoría de la simbiogénesis
Según esta teoría, las endosimbiosis seriadas acaban desembocando en una transferencia de material genético entre los organismos participantes, de modo que se forma un nuevo organismo que incorpora los simbiontes que lo originaron.
Aunque, como os digo, no todas su teorías han sido aceptadas al cien por cien, Lynn nunca dejó de intentar demostrarlas, hasta el punto de morir trabajando en su laboratorio, en noviembre de 2011.
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