
La dictadura de Primo de Rivera nunca tuvo la mala prensa que las dictaduras europeas posteriores. Esto es, probablemente, a que en vez de tener una actitud despótica tenía una paternalista. No se limitaba a reprimir, también ofrecía ventajas sociales para compensar los derechos políticos perdidos: puede que las elecciones no fueran libres, pero se mejoraron las infraestructuras por todo el país y se mejoró las condiciones laborales (entre otras muchas medidas). En los comités paritarios (un método sindical en el que se reunían patronos y obreros a negociar bajo el arbitraje del Estado) la patronal creyó que el dictador se ponía de parte del movimiento obrero demasiadas veces, lo que llevó a que lo acusaran de querer introducir el bolchevismo. ¡El padre del fundador de la Falange acusado de ser un peligroso comunista!
Primo de Rivera, aunque miraba como una quinceañera a Mussolini, careció de la crueldad. Él prefería una mesiánica visión de sí mismo, su destino era el de sacar a España de su atraso y su corrupción política con la sinceridad, laboriosidad y buena voluntad que él traía. El éxito (vamos a considerar éxito el que no se lo cargaran violentamente antes de tiempo) de la dictadura tuvo mucho que ver con la personalidad afable del dictador.
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